Bebe regurgita frecuentemente


Mi hijo mayor ha sido un gran regurgitador (o sufridor de reflujo leve) y ahora lo es la pequeña. Esto es, que les retorna involuntariamente cierta cantidad de leche materna a la boca y en la mayoría de las veces es expulsada junto al eructo. Especifico leche materna porque al menos con mi hijo desapareció con el inicio de la alimentación complementaria y la pequeña no toma otro alimento aún.


A diferencia del reflujo o del vómito, el proceso de regurgitar es menos menos complicado pero sobre todo en las madres primerizas es algo que nos puede generar mucha ansiedad por considerarlo también un problema aunque sea algo muy común entre los lactantes. Por mucho que me dijeran los pediatras que tenía que verlo como algo normal porque no existen otros síntomas y porque mis hijos están sanos y cogen peso adecuadamente, si en cada toma al expulsar el aire también expulsa la leche con la que lo has alimentado, no dejas de quedarte preocupada y al menos en mi caso angustiada. Teniendo en cuenta además que su regurgitación puede darse inmediatamente acabada la toma y/o a lo largo de todo el tiempo que llega hasta el inicio de la siguiente, si no consigo ayudarles a que su estómago se quede en calma su sueño se ve también afectado, y se crea una espiral que a medida que avanza el día se complica más pues al estar cansados y con sueño les cuesta más expulsar los gases y por lo tanto conciliar el sueño, juntándose una toma con otra…
Ahora con la pequeña, al no pillarme la novatada, lo veo todo con distintos ojos (aunque algún que otro día me genera mucha ansiedad). Si os fijáis, en ambas fotografías aparecen bajo sus cabezas unos pañuelos de algodón puesto que si se moja la zona puedo cambiarlos y que así no estén ellos en contacto con la humedad y el olor. Tengo por lo menos dos docenas ya que hay que lavarlos a menudo…



He de reconocer que con mi primer hijo es algo que llevé realmente fatal:
• No imaginaba qué cantidad de leche materna tomaba en comparación con los bebés que tomaran lactancia artificial, con lo que me preguntaba infinitamente si estaría bien alimentado. Y aunque mi pediatra me lo dijera insistentemente, y me lo demostraran sus percentiles de peso y medida, siempre estaba preocupada por su alimentación. Cada vez que echaba leche la miraba para tratar de averiguar si era mucha o poca, si era la reciente o la anterior…

• Me preguntaba si mi bebé sufriría con esas bocanadas que se le venían, y si es que estaba amamantando en una mala posición o si le estaba transmitiendo mi estrés, en definitiva, si estaba haciendo algo mal. Y aunque en el fondo sabía que mi hijo no podía sufrir porque incluso sonreía cuando echaba los gases y no ponía malas caras ni lloraba, siempre estaba preocupada.

• Trataba de mejorar mi alimentación o modificarla y cuando veía que no había mejoría perdía el ánimo… Intentaba de mil formas mejorar mi posición y la suya mientras daba el pecho y a la hora de echar el aire, para evitar o minimizar esa regurgitación pero no parecía servir de nada, con la consecuente desesperación.

• Dudé muchísimo sobre si continuar con la lactancia materna o introducir la lactancia artificial por si ese tipo de leche le sentaría mejor. Y aunque decidí continuar con la LM no había día que no me volvieran las dudas con la consiguiente mella psicológica que generan.
Además, como yo digo, ellos echan desde el agua del inicio de la toma, hasta el requesón tras haberse iniciado ya el proceso digestivo.

Ahora ya me lo tomo con mucha más tranquilidad y menos ansiedad, quizá por la experiencia de haber criado a un niño muy sano y feliz. No obstante, la experiencia me ha enseñado ciertos trucos que aplico con mi hija:

1. Intento cambiar el pañal antes del inicio de cada toma, así evito tumbarla recién comida. Lo único que puede ocurrir es que en esa toma me toque cambiar el pañal en alguna ocasión más. Mi récord está en tres pañales y no creo que sea superable Y si esto llega a suceder, es de forma poco habitual.

2. He dedicado tiempo a aprender sobre sus necesidades porque al principio lloraba y yo, creyendo que sería por hambre, le ofrecía el pecho aumentando así el problema puesto que en realidad lloraba porque quería expulsar gases y regurgitar. Mis dos hijos son muy ansiosos con la comida, esto es, que no utilizan tampoco el pecho a modo de chupete sino que siempre maman y son incapaces de parar aunque estén ya incómodos, con lo que es imprescindible detectar si se queja de sueño, incomodidad del estómago, aburrimiento, hambre…. De ahí la importancia de “aprendernos” para atender adecuadamente sus necesidades.

3. No los puedo dejar dormidos en el pecho. A veces mi hija lo hace pero yo la incorporo a mi hombro para que acabe echando el aire, puesto que si la acuesto a los pocos minutos le sube la bocanada de leche y sólo se queda incómoda evitando dormirse posteriormente. Creo que esto ha podido influir en que mis hijos aprendan a dormir solos desde las pocas semanas de vida. Ellos prefieren un buen sueño continuado que uno con constantes despertares. Para que os hagáis una idea el mínimo de eructos es de 6 veces (alguna con regurgitación y otras no) en cada toma. No suele llorar, pero enseguida te das cuenta que está incómoda.
4. Tras cada toma dedico bastante tiempo a que eche el aire en posición vertical. Y si veo que está incómoda porque le cuesta expulsar el aire, la cambio a posición horizontal un par de minutos para volver a incorporarla de nuevo, o la siento en su hamaca y la vuelvo a incorporar… Como nosotras la toma nocturna no la hacemos en la cama tampoco hay problema por las noches: ha hecho siempre una toma nocturna desde el mes aproximadamente y tardo una hora desde que me levanto hasta que me acuesto (con toma de ambos pechos, cambio de pañal y tiempo para echar el aire) Como ya dije antes, las rutinas que tengo que establecer creo que han influido para que mis hijos se duerman solos desde los primeros meses.

5. Mi hijo no quiso chupete pero mi hija sí lo usa. Si le ofrezco el chupete y lo expulsa ya me indica que tiene que regurgitar o echar aire. Por eso no la dormimos en brazos porque nos ocurría lo mismo que si la acostábamos tras quedarse dormida al pecho: a los minutos de acostarla ya estaba despierta al sentir la bocanada. Por eso, hasta que no coge el chupete tranquilamente sé que está incómoda con su estómago aunque no llore.

Con todo esto, cuando mi hija acaba de cumplir los dos meses, puedo decir que la conozco muy mucho, y como nuestro día a día y nuestra noche a noche se basan en una rutina, mi hija casi no llora, y si lo hace sé que es porque no he conseguido ayudarla a que se quede su estómago en calma.
Reconozco que la paciencia y tranquilidad que tengo en esta segunda ocasión, tras la vivencia de la misma situación con mi hijo mayor, me otorga una mayor calma para llevar a cabo todo el proceso, lo que repercute favorablemente en nuestro día a día. Si por cualquier motivo yo estoy menos paciente y más cansada, ese día también es peor para mi hija (así que mejor me guardo el cansancio para cuando acabemos de solucionar este tema…)

ATENCIÓN: Recuerda la importancia de consultar cualquier duda siempre con tu pediatra.





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